lunes, 30 de septiembre de 2013

Jugando con la locura, Iron Maiden hizo historia en Paraguay


El sustantivo "gigante" queda chico al concierto de la bestia del Heavy Metal. Tres décadas y algo más, el headbander paraguayo tuvo que esperar para presenciar el ritual de la banda británica, que deja una marca indeleble en la historia reciente de nuestro país.


Elías Piris - Twitter: @eliaspiris | César Cabrera - @cabreraconde
3 décadas Paraguay esperó la venida de Iron Maiden, y eso recordó su vocalista Bruce Dickinson al terminar la poderosa "Two Minutes To Midnight" en la memorable noche del 29 de septiembre en el Jockey Club Paraguayo.
Domingo y feriado. Meteorología alertaba sobre la posibilidad de lluvias. ¿Alteraría eso la esperanza de los fanáticos? La respuesta es un NO rotundo, ya que desde tempranas horas, los seguidores y seguidoras de la doncella de hierro formaron fila para conseguir un buen lugar.
Por obra y gracia de los dioses del Metal, la lluvia pasó de largo pero en su reemplazo, un frío viento del sur perdía su batalla contra el calor humano.
20:30. Slayer baja del escenario y comienza la tensa espera. El público del sector campo se agolpa en las vallas de contención poniendo en jaque al personal de seguridad. Tensa espera. Ansiedad y desesperación se mezclan y algunos ahogados en el mar de gente son auxiliados por los bomberos voluntarios.
Haciendo "stage diving", algunos logran cruzar el umbral que divide Campo con el sector VIP, burlando el inútil manotazo de un desesperado guardia.
Los impacientes comienzan a cantar "Doctor Doctor", clásico de UFO, que sonaba como "música de espera".
21:10. Las 50 toneladas de equipos de sonido están preparadas para la descarga y más de 30.000 personas para la locura. Se entregan. El ritual ha empezado con el rostro de Eddie en el telón de fondo y suena el riff inicial de Moonchild.
Sigue "Can I Play With Madness", el hit del álbum Seventh Son of a Seventh Son.
"Hola Paraguay, quiero oír el grito de Asunción" pide Dickinson, el rebaño de ovejas descarriadas obedece a su guía, mientras Steve Harris apunta su bajo como un arma letal.
Iron Maiden suena brutal, y qué pequeños nos hace sentir con ese despliegue de luces, llamaradas y fuegos artificiales. Dickinson se pasea por el escenario, mientras Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers meten riffs y hacen solos de guitarra que ensordecen y dejan en trance.
El set list fue un recorrido por la extensa discografía. Sonaron clásicos inolvidables como "Afraid To Shoot Strangers", el inefable "The Trooper" "The Number Of The Beast", canciones más antiguas como "Phantom Of The Opera" y la homónima "Iron Maiden" de 1980.
El éxtasis llegó con "The Trooper" y "Fear Of The Dark", esa última coreada a rabiar, dejando impresionado al propio Dickinson. "Me dijeron  que acá hay 30.000 personas. Ustedes gritan más fuerte que 60.000", fue el guiño que más aplausos se ganó, más que el propio flamear de bandera paraguaya.
Luego de "Run To The Hills", hizo su aparición una versión gigantesca de Eddie, vestido de pirata.
En "Seventh Son of a Seventh Son" y "The Clairvoyant", el escenario se tiñó de una atmósfera de oscuridad y ocultismo.
"Estos son luego satánicos". Muchos metaleros conocen esta frase como la introducción de "Wasted Years", tema que no faltó. Es que Iron Maiden siempre coqueteó con el fetiche del ocultismo que desde sus inicios convirtió al Rock y el Metal en géneros resistidos por señoras de iglesia. A no olvidar que en décadas anteriores, Maiden fue proscrito en países de la región como Chile.
Esta vez estaban en el show, tres generaciones: El abuelo, el padre y el hijo. Todos con la camiseta puesta, con el sudor en la piel, y la garganta al límite.
Luego de 14 canciones, otro clásico de clásicos, el falso anuncio de despedida. Regresaron "Aves High", luego de un discurso del expresidente británico Winston Churchill y con imágenes de fondo de aviones nazis bombardeando Londres en plena segunda guerra mundial.
El cierre fue con "The Evil That Men Do" y "Running Free". Y quedaba la certeza de que nada será igual en miles de vidas, luego de la fiesta bacanal de la bestia  que arrasó Asunción. Solo resta decir ¡Larga vida al Heavy Metal! 
Antes fue Slayer.
Slayer se subió el escenario para la antesala de los ingleses de Iron Maiden. Araya le metió toda la onda e intentó hablar castellano y para asegurar repetía la frase pero en un inglés pausado. "Siento su amor, Paraguay. I fell your love", expresó luego de haber interpretado varias canciones. Fue pogo de principio a fin, durante 60 minutos de show. Todo el thrash de uno de los 4 grandes estuvo en el Jockey Club este domingo.
Los integrantes de la mítica banda no dejaron tiempo para los aplausos, ni para los cánticos. Pero eso fue lo de menos, a nadie le importó el precio de la cerveza, y la temperatura de la misma, a nadie le importó el viento, el temor a una lluvia que arruine el concierto, que no esté Jeff Hanneman (RIP), y sobretodo que no sea la banda principal, porque la fiesta del metal no terminaba ahí, y se trataba de Slayer por primera vez en Paraguay. Oh, sí.
Slayer preparó el terreno para Maiden. Foto: Fernando Calistro.

Porque cuando Araya gritaba y apenas terminaba un tema, empezaba otro y no dejaba tiempo a respirar. Y eso es lo que mejor ellos hacen, ese estilo al que ellos mismos denominaron simplemente "Slayer", ni thrash, ni heavy, solamente "Slayer". Y si bien se extraña a Dave Lombardo en la bata- cómo no hacerlo- no se pudo pedir más a los integrantes de la banda.
Y ellos ofrecieron mucho thrash, (irónico, ¿no?), y el público headbangueó. Hasta que sonó Rainning blood, ahí fue que todo el público perdió el resto de cabeza que tenía. Slayer cerró con Angel of Death con la mitad de sus miembros utilizando remeras de Jeff. Porque Hanneman no podía faltar, estuvo ahí. Una bandera con su nombre reemplazó a la de Slayer durante los últimos temas que tocaron.
Ghost y su ritual.
Mientras el público se iba acomodando, Ghost subió al escenario para abrir la jornada de metal. Los suecos fueron como los hermanos menores del festival, porque su actividad empezó en el 2008, y no se achicaron por eso. Fue una actuación sobria con ese misterio con el que se presentan al escenario. El Papa Emeritus II y los Nameless Souls (las Almas Innombrables) pisaron "finalmente" Paraguay para hacer un show interesante en sus 40 minutos.
Supieron aprovechar y la gente que llegó desde el comienzo acompañó con cánticos fáciles pero que sirven para retribuir el buen show que ofreció la agrupación.
Claro, el sonido de los teloneros  no podía ser más potente que el de Iron Maiden, pero todo bien porque el metal igual sonó con todo.


Fuente: Ultima Hora

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