El sustantivo "gigante" queda chico al concierto de la bestia del Heavy Metal. Tres décadas y algo más, el headbander paraguayo tuvo que esperar para presenciar el ritual de la banda británica, que deja una marca indeleble en la historia reciente de nuestro país.
Elías Piris - Twitter: @eliaspiris | César Cabrera - @cabreraconde
3 décadas Paraguay esperó la venida de Iron Maiden, y eso
recordó su vocalista Bruce Dickinson al terminar la poderosa "Two Minutes To
Midnight" en la memorable noche del 29 de septiembre en el Jockey Club
Paraguayo.
Domingo y feriado. Meteorología alertaba sobre la posibilidad
de lluvias. ¿Alteraría eso la esperanza de los fanáticos? La respuesta es un NO
rotundo, ya que desde tempranas horas, los seguidores y seguidoras de la
doncella de hierro formaron fila para conseguir un buen lugar.
Por obra y gracia de los dioses del Metal, la lluvia pasó
de largo pero en su reemplazo, un frío viento del sur perdía su batalla contra
el calor humano.
20:30. Slayer baja del escenario y comienza la tensa
espera. El público del sector campo se agolpa en las vallas de contención
poniendo en jaque al personal de seguridad. Tensa espera. Ansiedad y
desesperación se mezclan y algunos ahogados en el mar de gente son auxiliados
por los bomberos voluntarios.
Haciendo "stage diving", algunos logran cruzar el umbral
que divide Campo con el sector VIP, burlando el inútil manotazo de un
desesperado guardia.
Los impacientes comienzan a cantar "Doctor Doctor", clásico
de UFO, que sonaba como "música de espera".
21:10. Las 50 toneladas de equipos de sonido están
preparadas para la descarga y más de 30.000 personas para la locura. Se
entregan. El ritual ha empezado con el rostro de Eddie en el telón de fondo y
suena el riff inicial de Moonchild.
Sigue "Can I Play
With Madness", el hit del álbum Seventh Son of a Seventh Son.
"Hola Paraguay, quiero oír el grito de Asunción" pide
Dickinson, el rebaño de ovejas descarriadas obedece a su guía, mientras Steve
Harris apunta su bajo como un arma letal.
Iron Maiden suena brutal, y qué pequeños nos hace sentir
con ese despliegue de luces, llamaradas y fuegos artificiales. Dickinson se
pasea por el escenario, mientras Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers meten
riffs y hacen solos de guitarra que ensordecen y dejan en trance.
El set list fue un recorrido por la extensa discografía. Sonaron
clásicos inolvidables como "Afraid To Shoot Strangers", el inefable "The
Trooper" "The Number Of The Beast", canciones más antiguas como "Phantom Of The Opera" y la homónima "Iron
Maiden" de 1980.
El éxtasis llegó con "The
Trooper" y "Fear Of The Dark", esa última coreada a rabiar, dejando
impresionado al propio Dickinson. "Me dijeron que acá hay 30.000 personas. Ustedes gritan
más fuerte que 60.000", fue el guiño que más aplausos se ganó, más que el propio
flamear de bandera paraguaya.
Luego de "Run To The
Hills", hizo su aparición una versión gigantesca de Eddie, vestido de pirata.
En "Seventh Son of a
Seventh Son" y "The Clairvoyant", el escenario se tiñó de una atmósfera de
oscuridad y ocultismo.
"Estos son luego
satánicos". Muchos metaleros conocen esta frase como la introducción de "Wasted
Years", tema que no faltó. Es que Iron Maiden siempre coqueteó con el fetiche
del ocultismo que desde sus inicios convirtió al Rock y el Metal en géneros
resistidos por señoras de iglesia. A no olvidar que en décadas anteriores,
Maiden fue proscrito en países de la región como Chile.
Esta vez estaban en
el show, tres generaciones: El abuelo, el padre y el hijo. Todos con la
camiseta puesta, con el sudor en la piel, y la garganta al límite.
Luego de 14
canciones, otro clásico de clásicos, el falso anuncio de despedida. Regresaron "Aves
High", luego de un discurso del expresidente británico Winston Churchill y con imágenes
de fondo de aviones nazis bombardeando Londres en plena segunda guerra mundial.
El cierre fue con "The
Evil That Men Do" y "Running Free". Y quedaba la certeza de que nada
será igual en miles de vidas, luego de la fiesta bacanal de la bestia que arrasó Asunción. Solo resta decir ¡Larga
vida al Heavy Metal!
Antes fue Slayer.
Slayer se subió el escenario para la antesala de los
ingleses de Iron Maiden. Araya le metió toda la onda e intentó hablar
castellano y para asegurar repetía la frase pero en un inglés pausado. "Siento
su amor, Paraguay. I fell your love", expresó luego de haber interpretado
varias canciones. Fue pogo de principio a fin, durante 60 minutos de show. Todo
el thrash de uno de los 4 grandes estuvo en el Jockey Club este domingo.
Los integrantes de la
mítica banda no dejaron tiempo para los aplausos, ni para los cánticos. Pero
eso fue lo de menos, a nadie le importó el precio de la cerveza, y la
temperatura de la misma, a nadie le importó el viento, el temor a una lluvia
que arruine el concierto, que no esté Jeff Hanneman (RIP), y sobretodo que no
sea la banda principal, porque la fiesta del metal no terminaba ahí, y se
trataba de Slayer por primera vez en Paraguay. Oh, sí.
Porque cuando Araya gritaba y apenas terminaba un tema,
empezaba otro y no dejaba tiempo a respirar. Y eso es lo que mejor ellos hacen, ese estilo
al que ellos mismos denominaron simplemente "Slayer", ni thrash, ni heavy,
solamente "Slayer". Y si bien se extraña a Dave Lombardo en la bata- cómo no
hacerlo- no se pudo pedir más a los integrantes de la banda.
Y ellos ofrecieron mucho thrash, (irónico, ¿no?), y el
público headbangueó. Hasta que sonó Rainning blood, ahí fue que todo el público
perdió el resto de cabeza que tenía. Slayer cerró con Angel of Death con la
mitad de sus miembros utilizando remeras de Jeff. Porque Hanneman no podía
faltar, estuvo ahí. Una bandera con su nombre reemplazó a la de Slayer durante
los últimos temas que tocaron.
Ghost y su ritual.
Mientras el público se iba acomodando, Ghost subió al
escenario para abrir la jornada de metal. Los suecos fueron como los hermanos
menores del festival, porque su actividad empezó en el 2008, y no se achicaron
por eso. Fue una actuación sobria con ese misterio con el que se presentan al escenario.
El Papa Emeritus II y los Nameless Souls (las Almas Innombrables) pisaron "finalmente"
Paraguay para hacer un show interesante en sus 40 minutos.
Supieron aprovechar y la gente que llegó desde el comienzo
acompañó con cánticos fáciles pero que sirven para retribuir el buen show que
ofreció la agrupación.
Claro, el sonido de los teloneros no podía ser más potente que el de Iron
Maiden, pero todo bien porque el metal igual sonó con todo.
Fuente: Ultima Hora
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