El creador de Sonidos de la Tierra es uno más entre miles de pobladores que debieron abandonar sus casas, ante la crecida del río. Resistió hasta último momento, buscando transmitir fuerza a los demás damnificados.
Por Andrés Colmán Gutiérrez –Twitter: @andrescolman
La imagen es conmovedora. Sentado en un sillón,
solitario en medio del agua, con el nivel que le llega hasta las rodillas, el
destacado maestro y director de orquesta, Luis Szarán, contempla el distante
paisaje del centro de Asunción, al otro lado del vasto río desbordado, mientras
a su alrededor varias casas van siendo tragadas por la inundación.
La leyenda que acompaña a la foto también es
expresiva: "Resistiendo a la creciente del río Paraguay". La imagen fue alzada
a la red social Facebook, en internet, pero la mayoría de los que la comparten
se declaran confundidos. ¿Qué hace allí el maestro Szarán? ¿Es una producción
fotográfica para algún espectáculo? ¿Se está inspirando para componer una
sinfonía sobre la creciente?
Las imágenes fueron captadas hace una semana, en la
casa que el músico tiene en el Banco San Miguel, en el complejo del Club
Mbiguá, en el extremo de la Bahía de Asunción, frente al Puerto de la ciudad.
Es un lugar de ensueño, de gran belleza paisajística, pero que en estos días se
ha convertido en un infierno, por los efectos de la inundación.
Un director de orquesta nacido junto al agua
Director de orquesta, compositor e investigador
musical, Luis Szarán es uno de los artistas paraguayos más conocidos
internacionalmente. Director titular de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de
Asunción (OSCA) y director de la Orquesta de Cámara Philomusica de Asunción, su
mayor creación es Sonidos de la Tierra, un ambicioso programa de integración
social y comunitaria a través de la música, que -en palabras de su propio
creador- busca combatir la violencia juvenil y potenciar la autoestima,
incentivar la creatividad y el espíritu emprendedor, el trabajo en equipo y las
actitudes democráticas.
Con el lema "el joven que durante el día interpreta a
Mozart por la noche no romperá vidrieras", en una década logró que unos 10
mil niños y jóvenes de escasos recursos reciban capacitación y hoy formen
parte de elencos artísticos en 172 pueblos y ciudades del Paraguay.
"Yo siempre viví cerca del agua, es algo que me marca
mucho. Fui concebido a orillas del río Tebycuary, en Yuty, en una zona conocida
hoy como 'Szaran Cue'. Pasé mi infancia en Encarnación, sintiendo de cerca las
crecientes del Paraná. En Yuty, donde vivía mi papá, que era agricultor, cuando
llovía mucho, el río rebosaba y se esparcía, tapando los caminos. De allí viene
mi teoría jocosa sobre el origen del nombre Tebycuary, que a la menor lluvia ya
desborda, como cuando alguien tiene diarrea", relata el músico, con tono
humorístico.
Aquella inundación que casi le cuesta la vida
El tema de la inundación también le trae recuerdos
tristes al maestro Luis Szarán, sobre algunas duras experiencias vividas
durante su infancia campesina, en Yuty.
"Una vez llovió durante varios días y nos quedamos sin
provistas. Yo tenía cinco años de edad y fuimos a caballo con mi hermano mayor
hasta el pueblo, que quedaba como a 15 kilómetros. Era imposible saber cuál era
el sendero original, porque era todo agua y los animales pierden así la memoria
de su ubicación, que es también el drama de la gente, ahora", narra.
Tras adquirir las provisiones, Luis y su hermano
regresaron a caballo por el camino desbordado, hasta la finca familiar. Fue
entonces cuando les ocurrió un grave accidente.
"Al intentar cruzar por un puentecito, perdió pie el
caballo de mi hermano y le arrastró la corriente. Yo iba detrás de él, colgado
del cuello del caballo, porque el mío iba con una cuerda sujeta al caballo
delantero. Mi hermano se atajó de una rama y me gritaba para que no suelte al
caballo, que ya no hacía pie. Casi no recuerdo cómo fue que salimos y llegamos
a casa. Solamente me acuerdo de la cara de mi mamá, cuando vio que todas las
galletas que trajimos estaban mojadas, la yerba sin sabor y el azúcar que
endulzó las aguas del riacho Y aka mí, que desemboca en el Tebycuary. Por un
pelo, no iba a poder contar esta historia", refiere.
Del Lago Ypacaraí al río Paraguay.
Ya consagrado como un gran director orquestal, entre
1980 y 1995, Luis Szarán se estableció en una residencia en Areguá, frente al
Lago Ypacaraí, en la zona de Estanzuela, siempre atraído por el embrujo del
agua.
"Quince años de mi vida los pasé en ese paraíso, en
Areguá. Al volver de los ensayos de la OSCA, por la noche entraba a nadar en el
Lago. Pude ver su lento deterioro y las promesas de todas las comisiones que se
arman cada año, después de los plagueos de la prensa. Son comisiones de las que
formé parte alguna vez y que duran hasta que pasa el verano, hasta las primeras
lluvias de abril...", cuenta.
La experiencia de testimoniar la progresiva
destrucción del Lago Ypacaraí es para él un símbolo de lo que ocurre en el
Paraguay y el tercer mundo. "Lugares donde se repiten todo el tiempo los mismos
problemas, cambiando los protagonistas, y donde nunca hay solución. Llámese:
corrupción, medio ambiente, inseguridad, estado de las calles...", comenta. Una
triste realidad que Szarán buscó y sigue buscando cambiar con su trabajo
musical, principalmente desde el proyecto Sonidos de la Tierra.
"Finalmente, me enamoré de la Bahía de Asunción y pude
comprar una casa en el Banco San Miguel, dentro del complejo del Club Mbigua.
Viví allí cuatro años, de 1995 al 2000, y ahora regresé de nuevo, un poco antes
de que también me convirtiera en un damnificado por la inundación", precisa.
En estos días, Szarán, quien compartía la vivienda con
sus hijos y con su amigo Rafael "Palilo" Jiménez, campeón de pesca, fue testigo
y protagonista de cómo el avance de las aguas del río iban dejando sin hogares
a muchas humildes familias ribereñas.
Szarán sabe que él es un privilegiado entre los muchos
damnificados por la inundación, porque tiene la posibilidad de ir a vivir
temporalmente a otro lugar seguro y confortable, mientras que a la mayoría de
los demás pobladores solo les queda la opción de instalarse en algún precario
campamento, en un terreno baldío, en una cancha o una calle.
Por eso, en medio de la evacuación y la mudanza de su
casa inundada, él no ha suspendido su intensa actividad en el programa Sonidos
de la Tierra. Sabe que esa es su manera de ayudar a que las cosas cambien un
poco más. Y también sabe que, más temprano que tarde, el río bajará otra vez de
nivel y habrá que volver y empezar de nuevo, como en la bella canción de Maneco
Galeano, Soy de la Chacarita, que el maestro ha interpretado tantas
veces:
Mi casita su puerta perdió, la invadieron las aguas,
en canoa de penas subí, emigré, emigré hacia la
altura,
pero un día a mi hogar volveré, erguiré sus paredes
aliado al trabajo, al sol, a la fe, crisol de mi
esperanza.
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