martes, 7 de enero de 2014

Canto de la selva cautivó en shopping


Con la curiosidad propia de personas que no están acostumbradas al brillo y la exuberancia de los grandes centros comerciales, 35 niños aché visitaron ayer el Mall Excelsior, para dejar en el paseo de los famosos la estampa de sus manos y, sobre todo, deleitar a los presentes con sus cánticos, entonados en la lengua de su pueblo, y también en guaraní y español.
Niños del Coro Indígena Aché. Ayer cantaron en un conocido centro comercial.
Niños del Coro Indígena Aché. Ayer cantaron en un conocido centro comercial. / ABC Color

El Coro Infantil Aché surgió hace dos años en la comunidad Cerro Morotî, ubicada en San Joaquín, para cantar alabanzas a la naturaleza y a Dios. Sus integrantes son descendientes de una generación de nativos que en las décadas del 50, 60 y 70 fueron salvajemente perseguidos y hasta “cazados” como animales para apropiarse de sus territorios.
Lejos de aquellos atropellos, los aché poco a poco han venido superando aquel trauma, y sus descendientes, hoy totalmente transculturalizados, solo piensan en el progreso y avanzan en la formación cultural de sus miembros.
Para Taciano Takuangui, director del coro infantil, conocer Asunción es muy importante, porque ahora ya deben conocer otras culturas. “45 años atrás nuestros antepasados vivían en los montes y luego de las persecuciones salieron y ahora ya viven otra realidad”, indicó.
Eusebio Duarte, profesor de la escuela indígena, resaltó que el cambio es irremediable y hoy no hay otra alternativa que adaptarse y luchar para no perder las tradiciones.
Los niños del coro practican los sábados en la comunidad y luego cantan en la celebraciones. El año pasado vinieron por primera vez a Asunción y fue para la asunción del presidente Cartes.
La hermana Ramona Espínola relató que los aché nunca salieron de su comunidad para mendigar; ahora vienen para cantar. Ellos son muy trabajadores: tienen sus cultivos, crían animales, estudian. Es una generación que ya tiene otra visión de la realidad. “Ellos ya no conciben la idea de que deben vivir en la miseria. Tienen la visión del progreso. Culturalmente, han tenido un cambio porque hoy quieren vivir como nosotros”, indicó.
Estos aborígenes tienen casas, crían tilapia y ganado, gracias a la ayuda de la Asociación Rural del Paraguay. Poseen igualmente 250 vacunos, consumen leche, van a la escuela e incluso acceden a agua corriente y electricidad. Están asentados en 1.200 hectáreas. Los niños aché cantan hoy el canto de la selva, aquellas creencias y tradiciones que aún perduran en ellos gracias a sus antepasados.
Fuente: Abc color

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